Judías verdes con tomate

Ingredientes:

  • 500 g. de judías verdes planas o boby
  • 1 bote de 1 kg de tomate entero (Cidacos)
  • 300 g. cebolla
  • 50 g de jamón serrano RECIEN cortado, a cuadritos
  • aceite de oliva

Preparación:

  • Cocer las judías limpias y troceadas en agua con sal en la olla exprés, en la rápida 5 minutos, en la normal 10.
  • Escurrir y, mientras, sofreir la cebolla picada a cuadritos y añadir el tomate picado (no triturado, no se trata de una salsa) con el caldo del bote y una cucharadita de azúcar para corregir la acidez.
  • Casi frito, añadir el jamón, con el tocino a ser posible. Incorporar  las judías y dar un par de vueltas mezclando
  • Si se deja una horilla, están mejor porque según pasa el tiempo aumenta la mezcla de sabores

Sugerencia, el tomate frito en la Thermomix, sin salpicar ni tener que estar pendiente:

  • Si se usara tomates naturales muy maduros, pelarlos y triturar en el vaso a velocidad 6-7 y sacarlo para añadirlo luego al sofrito.
  • Poner la cebolla partida en 4 trozos con un chorro de aceite  y picar con tres golpes de Turbo. Bajar de las paredes con la espátula y cocer durante 7 min./ temperatura Varoma/ velocidad 2.
  • Añadir por el bocal el tomate y una cucharadita de azúcar y dejar cocer 30 min./Varoma/vel. 1. Si estuviera líquido seguir cociendo unos minutos más. Volcar sobre las judías escurridas en la misma olla exprés con el jamón cociendo un par de minutos.

Estas judías pueden servir de acompañamiento a una carne o pescado, o bien ser el primer plato. Si las queremos para cenar se pueden dejar preparadas desde la mañana y así nos da menos pereza.

 

A veces, cuando las preparo, recuerdo a mi padre en uno de nuestros veraneos. Cenábamos en un restaurante cántabro y al traernos una fuente con una inmensa ración de judías le aclaró al camarero que sólo quería una ración. Pero sí, aquello era sólo para él. -No se preocupe, usted tome las que guste. Lo recuerdo saboreándolas: -Qué ricas, toma tú también que es una pena dejarlas… A pesar de lo cual sobraron.

La noche siguiente volvió a pedirlas, ante la sonrisa complacida del camarero que, sabedor de que volvíamos, le había reservado la botella con el vino que no había consumido la noche antes… Luego en casa cuando las comíamos surgía el  ¿te acuerdas…?

Eran otros tiempos y otro enfoque. Tiempos en que la gente disfrutaba sabiendo que su trabajo era apreciado; tiempos en que un buen vino sin tener los precios actuales, era lo suficientemente valorado como para no desperdiciarlo; tiempos en que la satisfacción del cliente era el fin de cualquier buen negocio.

No es, en absoluto, que cualquier tiempo pasado sea mejor. Pero siempre es buen momento para pararse a pensar que la felicidad radica en esos pequeños (a veces grandes) gestos que tenemos con los demás. Nos sentimos felices cuando provocamos una sonrisa de agrado en otra persona, incluso más que cuando somos nosotros los agasajados.

Si cada día nos propusiéramos conseguir al menos una sonrisa en la gente que nos rodea, el estrés y la depresión caerían en el olvido. Y que los sicólogos me perdonen por querer disminuir su clientela 🙂


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